martes, 20 de diciembre de 2011

Acerca del libro de Steve ignorant "The Rest is Propaganda".

 
The Rest is Propaganda. 
Steve Ignorant/ Steve Pottinger. 
Southern Records (2010). 
300 págs. Inglés.

Éste es el primer libro que me he leído enterito en inglés y es por ello que paso a resumirlo casi por completo (espero no quitarle ventas a los autores). Después va la crítica...

Resumen

Como ya apunta el mismo Steve Ignorant en el prólogo, aunque haya un capítulo dedicado íntegramente a ellos, The Rest is Propaganda no es un libro sobre los Crass. Obviamente, el grupo tiene mucho peso en la obra, pero nos encontramos simple y llanamente ante las memorias personales del que fuera vocalista de los Crass, uno de los máximos iconos del denominado anarco- punk. Así, como todo libro de memorias, todo empieza por los recuerdos de infancia… Nada fáciles fueron los primeros tiempos de Steve en este mundo debido a los siempre jodidos problemas familiares. Los años se suceden y curiosamente, Steve Ignorant fue skinhead antes que punk. Aunque claro, hablamos de finales de los 60, por tanto, nada de Oi y sí mucho ska, siendo Desmond Dekker el primer concierto al que asistió. Escuela, religión, primeros curros, los colegas, el pub, robos de motocicletas, el fútbol (West Ham), broncas… Tras el ska se rendió a David Bowie, al cual lo pudo ver en directo por una libra y media en el año 1973. Pero el concierto que lo marcará a fuego será el de los Clash en Bristol en 1976. Steve Ignorant conoce el punk cuando trabajando en la enfermería de un hospital poniendo escayolas, un día recibe una paciente de aspecto un “tanto extraño”. Esta chica punk le aconseja que vaya a ver a unos tal The Clash, y Steve se queda prendado de ellos a pesar de que la audiencia, sin muchos punks todavía y sí muchos melenudos, les gritaban que eran una mierda. Joe Strummer les respondió que por qué no formaban ellos una banda, mientras Steve Ignorant pensó: “Qué gran idea!”. Crass nacen, cuando poco tiempo después, Steve se muda a vivir a la Dial House, casa que Penny Rimbaud descubrió en los años 60 y por la que pagaba 7 libras a la semana. Penny la reformó y la convirtió en un espacio abierto por donde paraban todo tipo de inquietos personajes. Pese a que fue siempre considerada como una comuna, Steve Ignorant la califica como simplemente una casa donde un grupo de amigos vivían juntos. Steve conecta muy bien con la gente de la Dial House y empieza a vivir en ella. Un día Penny y él se ponen de acuerdo y montan la banda: nacen los Crass en 1977. Pese a ser expulsados de la emblemática sala Roxy por lo pasados y bebidos que iban cuando salieron a tocar, poco a poco la banda va adquiriendo cierta popularidad. Aunque no eran aún del todo “famosos” cuando se dejan caer por primera vez en sus vidas por Nueva York, donde hacen unos bolos y donde conocen a Anne Anxiety, quien más tarde se uniría a ellos por un tiempo. Todo se desborda con la grabación del The feeding of the 5000. Casi sin enterarse, pasan a tocar bastante a menudo y empiezan a ser un grupo muy conocido en Inglaterra. El tema se les comienza a ir de las manos cuando ven que ya no dan abasto para responder a las cientos de cartas que recibían a diario de la gente que los seguía. Se replantean la historia más seriamente cuando empiezan a llegar cartas de chic@s contándoles sus problemas personales, diciéndoles que se quieren suicidar, o cuando diferentes madres les piden que vengan a visitar al hospital a algún hijo, fan del grupo, por encontrarse éste al borde de la muerte tras alguna movida (accidente o agresión, llegan a visitar a tres con final feliz en todos los casos). Pero no todo el mundo amaba a los Crass y casi en la misma proporción o mayor aún, había mucha gente que los odiaban, por lo que con el “éxito” de la banda también aparece la violencia. Algunos episodios de este tipo son explicados por Steve, incluido los sucesos de Stonehenge, festival que era organizado por Wally Hope, colega del grupo, quien tuvo un final bastante chungo y que está relatado en la obra Tienen una bomba (ver crónica aquí). A cuenta del tema éste, decir que son bastantes las broncas relatadas en la que hay por medio skins, pero lo que me ha chocado mucho es que el autor siempre habla de skinheads tal cual, no dice casi nunca skins nazis, lo cual me da que pensar que casi todos los skinheads de la época (salen ejemplos contrarios), odiaban a muerte a los Crass. A su vez, Steve Ignorant también habla acerca de toda las críticas y calumnias que recibían de parte de sus enemigos, explicando por ejemplo cómo tenían que aguantar que les acusaran de estarse forrando de pasta, cuando algunas noches terminaban en el área de servicio de alguna autopista pillando los restos de comida que la gente dejaba en los platos, por no tener literalmente un penique para comprar comida. Crass continuaron grabando y actuando siempre para diferentes causas hasta que en 1984, tras un concierto en apoyo a unos mineros galeses en huelga, deciden dejarlo. A partir de ahí empieza el periplo post- Crass de Steve, en el cual por un tiempo se aleja del punk y experimenta con otro tipo de sonidos como el hip hop (llegó incluso a grabar algunas cosas que siguen inéditas y perdidas por ahí…). Después se sucenden los viajes y las experiencias (Islandia, Argentina, boda apañada con una novia japonesa que estaba a punto de ser expulsada de Inglaterra…), hasta que en 1987 la “nostalgia punk” le puede y se une a sus amigos de Conflict, con los cuales estuvo actuando durante algo más de un año. Acabó un poco desencantado con alguno de sus miembros (del cantante Colin sobre todo) y de una troupe que los seguían siempre, pues lo mismo que pateaban a nazis se veían envueltos en otras peleas innecesarias con otra gente debido al macarrismo que se gastaban… Tras Conflict vendría un periodo en el que Steve se dedica a las marionetas, realizando espectáculos dirigidos a críos, hasta que llega otro proyecto musical llamado esta vez Schwartzeneggar. Realizando un punk más experimental, giran por media Europa pero se disuelven tras problemas entre los propios miembros del grupo (las anécdotas acerca de algunos conciertos en algunos squatts rozan el surrealismo). Tras Schwartzeneggar vendría Stratford Mercenaries, aún más experimentales y con los que pudo tocar otra vez por Estados Unidos e incluso Japón, aunque como era habitual, en las giras les pasaba de todo y siempre volvían sin un duro a casa. En los últimos capítulos Steve Ignorant nos habla de su intento de re-adaptación a la “vida corriente”, su salida de la Dial House tras más de veinte años viviendo en ella y encontramos también una movida a cuenta de los derechos de autor de las canciones de la banda que alguien registró y que le pertencían a él por ser el letrista. Steve culpa directamente a Colin de los Conflict de estar detrás de todo, pero hay que puntualizar que Steve Ignorant se retractó públicamente de ello hace poco (lo hizo en su último concierto en Londres, en noviembre, donde estuvo tocando los temas del disco The feeding of the 5000, leer aquí un mensaje conciliador del propio Colin en el foro de Southern Records). Y bueno, ahí acaba la cosa más o menos, si alguien está interesad@ en conocer cómo le ha ido yendo al vocalista de los Crass con su proyecto The Last Supper, recomiendo visitar su web porque hace una especie de diario de sus actuaciones.

Crítica

La obra está dividida en tres partes: antes, durante y después de los Crass. Los capítulos “Before Crass” son los que quizá me hayan matado menos a excepción de los finales. Con “During Crass” la cosa se pone muy interesante y la única pega sería que te quedas con las ganas de saber más sobre este periodo con el grupo, por lo que seguramente me pillaré alguna obra más de las que hay publicadas aquí sobre la banda. La tercera parte, “After Crass”, es con la que más he disfrutado debido a las innumerables historias que cuenta Steve Ignorant acerca de los conciertos y giras que realizó con sus diferentes proyectos por algunas partes de Europa, los USA y Japón. Aparte de todos los textos que tengo de los Crass en fanzines y demás, éste será el segundo libro que me leo sobre la banda y eso que no tengo ni un solo disco de ellos, pues en realidad nunca me gustaron musicalmente hablando. Aunque tengo que reconocer que de una forma u otra sí que me influyeron, pues ya es extraño que me interese y que incluso me compre libros de un grupo que ni me gustan, y que por tanto apenas he escuchado. Es conocida la postura de los Crass referente al punk en aquellos tiempos, para ellos se había vendido y renegaban de la etiqueta, pero aquí Steve habla y la utiliza constantemente sin ningún tipo de prejuicio, cosa que me ha gustado mucho. Steve Ignorant me ha parecido un tipo honesto y “corriente”. No abundan las referencias al anarquismo o los sermones políticos. Son las memorias de su vida, con sus altos y sus bajos. Hay de todo un poco: relaciones familiares, trabajo, amigos, sexo, drogas, humor, (algo de) activismo, violencia y cómo no, música. Me ha convencido bastante el libro y además diré que estuve planeando en su momento (el mes pasado), intentar ir a verlo en su último concierto en Londres. Y eso que, como os decía, en realidad no me gustan (musicalmente) los Crass

...he decidido traducir uno de los pasajes del libro que más gracia me ha hecho porque precisamente creo que deja entrever el motivo de su decisión… Obviamente, solo es un pequeño ejemplo de “costrismo extremo” y él mismo apunta que no siempre fue así y que también hubo otros buenos momentos con gente muy legal y organizada, pero está clarísimo que el hombre, con sus 54 tacos, no estaba por la labor de dormir en ningún suelo otra vez o pasar por el mismo trance que aquí explica... Bueno, ahí va:..

“[…] Los grupos se separan o continúan por todo tipo de razones. Algunas de estas razones nada tienen que ver con la música. Schwartzeneggar en realidad nunca se recuperó de dos errores del principio. Uno fue nuestra furgoneta […] y el otro fue volver al circuito DIY. […] Hubo un concierto en Zurich donde la tubería del lavabo pasaba por detrás de la cabeza del batería, por lo que podías escuchar todo el rato cuando alguien tiraba de la cadena del wáter; donde poníamos calcetines en los micros porque nos daban corriente y donde había charcos de agua en el suelo. U otro en Italia donde esperábamos dormir en el suelo raso de cemento del sitio, que era una fábrica vacía. Yo monté en cólera y un par de nosotros se fueron a la casa de alguien y durmieron en el suelo, en auténtica moqueta. Todo un lujo.

Yo creía haber visto todo esto anteriormente, diez años antes con los Crass, pero estaba equivocado. Nada podría haberme preparado a mí para cierto concierto en Francia.

Íbamos a tocar en un squatt y estar alojados en otro. Nada raro y el tour, organizado por un colectivo llamado Cochise y llevado por un chaval llamado Eric, estaba siendo brillante de principio a fin, por lo que estábamos deseando que llegara. Fuimos al sitio donde íbamos a estar alojados y este chico salió para encontrarse con nosotros. Estaba todo cubierto de suciedad, sus brazos, debajo de sus uñas, su largo y enmarañado pelo… Estaba todo mugriento y parecía cubierto de hollín, como si hubiera estado en una chimenea. Así, naturalmente, le llamamos Sooty (nde: la traducción sería Cubierto de hollín, dejaré tal cual el nombre en inglés).

Sooty nos llevó al local de la actuación. Apestaba a pis, mierda, cerveza pasada y rancio tabaco. Estaba lleno de botellas vacías de la noche anterior y no habían limpiado desde hacía siglos. Había un cable pelado encima del escenario que alguien había puenteado al cuadro principal y el sitio era una nevera. Sooty nos dijo: “podéis tener calefacción o podéis tener el equipo de sonido”. Bueno, será mejor tener el equipo entonces, por favor. Así que lo puso a funcionar, metimos nuestros bártulos, probamos sonido […] y después Sooty nos llevó de vuelta a su okupa, por lo que podíamos comer algo.

Donde vivía era una vieja tienda con una placa de vidrio como ventana que daba a la calle. Tenían hecho boquetes en las paredes para comunicar los edificios de ambos lados. Vivían en un extraño mundo subterráneo con pasajes a través de las paredes y todo alumbrado por velas. Había críos por todas partes y todo el mundo y todas las cosas estaban, como Sooty, absoluta e indescriptiblemente mugrientos.

Sooty nos preguntó si queríamos algo de vino con nuestra comida y yo creí que las cosas iban a ir a mejor. Vale, su higiene personal no es una maravilla y vive en una bomba de relojería, pero al menos hay algo de beber y yo puedo matar por un vaso de vino. Cuando estás de gira, cosas tan simples como una comida caliente o un vaso de vino, pueden levantarte el ánimo tras días conduciendo y te ayudan a sentirte “humano” de nuevo. Entonces Sooty me pasó un viejo tarro de mermelada que habían estado utilizando como pote de pintura y vertió ahí el vino. ¿Eh?, gracias, creo que he perdido el apetito. Si no tenían un jarro limpio para el vino, ¿cómo vendría la comida? ¿En una papelera? Miré a la mesa y todo el mundo estaba pensando lo mismo. Colega, casi que vamos a volver al concierto…

Todo lo que estábamos haciendo era cambiar un agujero de mierda por otro, pero al menos ahora las ventanas estaban abiertas y la gente iba llegando. La sala iba adquiriendo atmósfera a medida que nos acercábamos al escenario, momento éste que se pasa muy bien. Estaba claro que iba a haber una buena entrada de público. Ahora la expectación y la adrenalina empezó a notarse, y era el momento para mi cagada pre-concierto. Así que pregunté: Sooty, ¿dónde están los lavabos? Él me llevo tras la barra, llenó un cubo de agua y me lo dio. Había una piel de cebolla y una zanahoria haciendo remolinos en él. Era otro momento como el del tarro de mermelada. Seguí a Sooty a lo largo de la sala principal y a través de la gente, llevando el cubo, intentando que no se derramara agua en mis tejanos y con la peña diciéndome: “Es Steve Ignorant! Bonjour, Steve!” y después miraban el cubo. Podía haber ido al escenario y anunciar que iba a cagar.

Sooty me llevó al lavabo, apartó a todos los drogatas del camino y abrió la puerta. El mal olor era increíble. No había pestillo, no había luz, solo oscuridad, un sucio cubículo con dos reposapiés y un agujero en el suelo. Bueno, a la mierda. En tiempos de guerra, cualquier hoyo es una trinchera. Le paso a Sooty el cubo vacío que hay dentro, voy a por el mío y lo apreto contra la puerta para mantenerla cerrada. Miro a mi alrededor y no hay papel. Por lo tanto, salgo, encuentro a Sooty y se lo digo. “Sí, dice, no creemos en el uso del papel”. Vale, ¿qué puedo hacer? Se me encendió la bombilla, es esto para lo que sirve el cubo de agua…

Volví de nuevo al lavabo a través de la muchedumbre, aguanté la puerta con el cubo, me bajé los pantalones y acepté la situación. Estaba mirando la piel de cebolla y la zanahoria moviéndose en el agua del sucio cubo, pensando para mí: 15 años en grupos y me encuentro en cuclillas sobre un sumidero. Apuesto a que Bowie nunca tuvo estos lujos.

Hay una cosa de la que estoy seguro: de ninguna manera irá este agua sobre mi trasero… Así, me quito mis Doc Marteens una a una, teniendo cuidado de mantener el equilibrio y por tanto, tratando de no pisar el suelo mojado de meados, me quito los calzoncillos, los rompo y me limpio con ellos. Echo el agua por el agujero y tiro los gallumbos por encima del muro del patio. Trabajo hecho. Vuelvo a la sala y Bob (ndr: otro miembro del grupo) va y pregunta “¿Dónde está el lavabo, Steve?”. Sonrío y le paso el cubo vacío. […]

Tan pronto como termina todo, cargamos el equipo y todos nos vamos a la casa de Sooty. Estamos sentados bebiendo botellas de cerveza, lo cual es perfecto para mí (no quiero volver a ver el tarro de mermelada otra vez), y me entran ganas de mear. Así que le pregunto:


¿Dónde está el lavabo aquí, colega?
Usamos la calle, dice.
¿No tenéis lavabo?
No.
¿Cuánto tiempo llevas viviendo aquí?
Dos, tres años…
¿Qué? ¿Y nunca habéis conectado un lavabo?
Bueno, no creemos que sea importante.
Pero tienes familia viviendo aquí, niños.

No lo podía creer. Rechazar la sociedad de consumo es una cosa; vivir como animales otra muy diferente. Porque lo que hacían Sooty y sus amigos (cada hombre, mujer y niño en el squatt), era ir fuera a la calle por la noche a cagar como perros. […] Yo le dije: no voy a ir a mear a la calle! Él se encogió de hombros viendo el alboroto, le traía realmente sin cuidado. Me señaló un pequeño cubículo de baño y me dijo: “hay un fregadero ahí, úsalo”. A la mierda. Lo hice. Dejé los buenos modales y me fui para allí. Abrí un grifo y no había agua. Probé con el otro y salió un fino chorro. Empecé a mear y toda la mierda comenzó a salir por el agujero del fregadero. Por favor, no! No, no, no! Pero sí. Algún cerdo cabrón había cagado ahí y ahora todo estaba saliendo para fuera. Y todo el mundo iba a pensar que habría sido yo. […]

Algunas veces, si tienes suerte, puedes encontrarte en casa de gente que cree en la revolución a través de la miseria, conteniendo la respiración y empujando fuerte alguna mierda por el desagüe. […]”. 

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