sábado, 25 de noviembre de 2017

Julie Doucet: "Los dibujantes fuimos libres mientras no había futuro en el cómic"


Absténganse pacatos y amantes de la corrección política, el orden y la pulcritud. El arte de Julie Doucet (Montreal, 1965) es guarro, perro, bruto y punk. Lo pueblan cucarachas, cretinos, insultos, abusos, pesadillas, pisos deprimentes, los peores antros. Un universo entre la fantasía atroz y la verdad sucia de urbes descorazonadoras que, unido a su inconfundible estilo en el dibujo -esas viñetas atestadas de objetos-, convirtió a esta autora canadiense en una de las más destacadas del underground de los ochenta y los noventa y en una de las responsables del desarrollo de la novela gráfica tal como la conocemos hoy.
Doucet es tímida y su trabajo es, además, profundamente honesto y sensible. Quiere comprarse un coche y viajar. Sólo hace tres años que se sacó el carnet de conducir y hace más de 15 que dejó de dibujar tebeos. Un día recibió un correo de una editorial española que le proponía publicar sus obras completas. No daba crédito. Eran los dueños de Fulgencio Pimentel, también conocido como el sello de cómics más interesante y libre de este país. Sólo a ellos podía ocurrírseles algo así. "Nadie, de ninguna parte, me había sugerido un proyecto de estas características", cuenta a EL MUNDO agradecida y todavía sorprendida, unos días después de que el primer tomo que recoge toda su producción (aquí, del 86 al 93) haya salido a la calle.
Justo un año antes de aquello, Julie tuvo que reencontrarse con parte de sus primeros trabajos por un encargo de una editorial de su país. "Hacía siglos que no los releía. Y, sí... me hicieron reír. ¿Cómo diablos se me podían ocurrir esas ideas tan enrevesadas y estúpidas? Fue como visitar a un viejo amigo y compartir con él antiguas anécdotas pero sin ser capaz de recordarlo todo", evoca. Entre esas historias que ahora recupera Fulgencio Pimentel, muchas inéditas, aparece, por ejemplo, una en la que una chica con la regla busca desesperada un tampón por la ciudad, mientras, como 'La mujer de los 50 pies', se convierte en un gigante que va dejando un reguero de sangre por las calles.
Hoy la autora no se explica de dónde procedían esas ideas disparatadas, muchas de las cuales reunió en su aclamado, descarado e incómodo fanzine 'Dirty Plotte' (dirty es sucio y macarra en inglés; plotte, en el argot francófono canadiense, significa, literalmente, chocho y, como explica la propia Doucet, se utiliza tanto para designar una vagina como a la mujer que la posee). "Todavía me gusta mucho lo que encuentro en estas páginas. Mis favoritos son los primeros trabajos, en los que se observa un carácter más punk, más espontaneidad y diversión. Sobre los más biográficos, lo cierto es que me siento un poco mal, me pregunto cómo me atrevía a contar todas esas cosas íntimas que me sucedían. Sin embargo, hay gente que hoy se sigue sintiendo identificada, especialmente las mujeres, así que, al fin y al cabo, supongo que no está mal que los creara", confiesa.
Después de aquel trabajo iniciático, llegó su segunda gran obra, 'Diario de Nueva York', en la que daba alas a su autobiografía, el día a día de una joven irreverente e insegura a partes iguales, aún por descubrirse, que sobrevive y se enfrenta a las miserias de la gran ciudad. ¿Qué queda de esa persona hoy? "Sigo siendo muy tímida, aunque no tanto como entonces. También me gusto más a mí misma y ahora mantengo los pies en el suelo. Tengo una disposición y una entrega mayor en el trabajo. De joven era una vaga".
En una época en la que en el cómic creado por mujeres estaba todo por hacer, sus primeros lectores fueron hombres. Muchos le escribían para declararle su entusiasmo por sus creaciones: "Supongo que luego les enseñarían mi trabajo a sus novias, ya que más adelante empezaron a escribirme también mujeres. Y quizás algunas empezaron a dibujar después de leerme. Es cierto, un montón de chicas me han confesado que les inspiré a la hora de trabajar y esto es algo de lo que puedo sentirme orgullosa". De Marjane Satrapi a Jessica Abel, son muchas las artistas que reconocen a Doucet como una de sus primeras influencias. "Me hace feliz que así sea. No hay nada tan bonito como cuando una chica, todavía hoy, acude a mí para decirme que empezó en el cómic gracias a mi trabajo".

Para ella, los tebeos funcionaron como una liberación. Era una cría, había abandonado la facultad de Arte y empezó a dibujar sin orden ni concierto, aunque inspirada en autores como Crumb. Las posibilidades de experimentación y la libertad eran, de este modo, infinitas. En varias ocasiones ha reconocido que es así como debe trabajar un dibujante, que no cree que el dibujo sea algo que se pueda enseñar en una institución. En este sentido, el hecho de que todo esté hoy más reglado, de que exista un mercado real ¿no ha mermado la libertad de los días fanzineros? Doucet rehusa recrearse en el pasado:
"Al contrario, el cambio ha sido a mejor. Cuando yo empezaba, una escuela centrada en esta disciplina era impensable. El cómic ha seguido la evolución normal de cualquier nueva forma de arte. Aparecen nuevos editores, se empieza a ganar más dinero, aunque esto último lo pongo en duda. La escena está hoy más abierta a nuevas formas de dibujar y escribir, se ha despojado de prejuicios, ya no necesitas ocho viñetas por página para contar una historia. Cualquier cosa puede ser editada y bien recibida. Yo dejé de dibujar cómics hace 15 años porque necesitaba probar otras cosas. Se me agotó el espacio para experimentar en este soporte, pero todo ha mejorado. En mi caso, tiré la toalla también por lo que rodeaba al mundo de los tebeos, por ese público nerd, especializado, coleccionista y eminentemente masculino que abundaba entonces. Tíos que amaban los cómics en un sentido totalmente tradicional... y yo quería probar otras cosas, nuevas formas de arte que, en aquella época, estaban vetadas en el mundo de la historieta. Gracias a Dios, todo es distinto actualmente", celebra.
El feminismo es otra de las características clave de su trayectoria, aunque ella nunca se consideró una activista. Ni siquiera se relacionaba con mujeres, expone, por el simple hecho de que no encajaba entre ellas: "No era lo bastante femenina ni lo bastante mujer. Para mí era inimaginable que una sola chica pudiera sentirse identificada con mis libros. Tampoco es que hubiera una intención abiertamente feminista en lo que dibujaba y escribía; simplemente, surgió así. Una vez llevé mis 'Dirty Plotte' a una librería feminista por si les interesaba tenerlos y me dijeron que no porque veían demasiada violencia contra las mujeres. "No, yo no encajaba en ese mundo", sostiene la autora, que sí valora la "oportunidad" de movimientos como Femen.
De cualquier manera, Julie parece quitarse importancia en todo. ¿El primer feminismo en el cómic? "Bah". ¿Un estilo único? "¿Eso crees? Pues nunca apliqué una receta, es algo que ocurrió sin más, en serio, siempre he dibujado sin tener ni idea de hacia dónde me dirigía". ¿La impulsión de la historieta underground? "Meh". ¿La novela gráfica? Aquí algo reconoce: "Digamos que formé parte de un grupo de personas que creó algo diferente en un momento en el que no sucedían demasiadas cosas. No había editores alternativos ni futuro en este arte. A cambio, gozamos de una libertad total".
Aunque dejara de dibujar, la autora ha seguido de cerca el mundo en el que empezó (eso sí, sólo lee tebeos de sus amigos). Especialmente en lo que atañe al fanzine, cuyo resurgir festeja: "Una de las primeras cosas a las que me dediqué después de abandonar el cómic fue la serigrafía. El movimiento del fanzine va mucho más allá del cómic, incluye ilustración, grafismo, poesía... no hay nada más satisfactorio y divertido que fabricar tus propios libros de principio a fin. Es adictivo. ¡Hay una escena tan viva hoy! Al menos tanto como lo estuvo sus mejores días pero mejor organizada, con eventos y salones en los que los artistas podemos encontrarnos... es emocionante".
Doucet sigue trabajando con la palabra y la imagen "de forma narrativa o no". En cierto modo, reflexiona, la suya sigue siendo una obra punk, siquiera por la persistencia del Do it Yourself, aunque no en el sentido provocador de su juventud. Lo próximo que publique será una serie de historias cortas contadas como una fotonovela, extrayendo imágenes de esos libros "cutres y baratos" que se producían en los sesenta y setenta y aderezándolos con palabras extraídas de viejas revistas femeninas. "Es como hacer un cómic, con sus palabras dentro de un bocadillo y todo. Lo editaré el año que viene en Drawn & Quarterly [su primera editorial]", avanza Doucet, que a día de hoy no niega un posible regreso a los tebeos: "He empezado a dibujar otra vez, no lo había hecho en años. Estoy reaprendiendo, tratando de escapar de mis viejos hábitos, yendo más allá. Tengo mucho por dibujar pero no tengo ni idea de lo que será. De momento no son cómics, pero quién sabe". Ojalá.

Extraido del Diario El Mundo

No hay comentarios:

Publicar un comentario